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¡No me digas, Teodoro!
Una bitácora dirigida a desentrañar si los editoriales de Teodoro Petkoff en el diario TalCual son de una forzada objetividad, de un cinismo descarado o sencillamente son una guachafita

miércoles, abril 13, 2005

McCartismo
Todos tenemos "listas negras". Cuando no invitamos al vecino puente roto a nuestra fiesta, o no le damos la cola al compañero de trabajo cerveza caliente, estamos discriminando por todo el cañón a esas personas. Están en nuestra lista negra.


De la misma manera si no queremos contratar a un(a) señor(a) de servicio escuálido(a) (o chavista, según el caso), estamos decidiendo en base a criterios ajenos a la capacidad del aspirante. A menos que esto lo esté leyendo un totalitarista, nadie estará en desacuerdo que, en la propia casa, quien manda es el dueño; en asuntos privados, quien manda es el individuo. Punto.


Ahora bien, cuando se trata de asuntos públicos ya es otra cosa. Porque el gobierno y el Estado son entes de todos los ciudadanos y, a menos que estemos en un paraí­so de igualitarismo, estos ciudadanos tienen, entre otras cosas, ideas polí­ticas distintas. Por lo tanto estas diferencias no pueden tomarse en cuenta por parte del Estado (y del gobierno de turno) a la hora de tratar con los individuos, ya que todos somos dueños del coroto. Esto es algo sobre lo que no hay nada que discutir, tan sólo apoyar a la ví­ctimas de esta discriminación estatal y a quienes como el Diario TalCual y Teodoro Petkoff (y otros ciudadanos) vienen denunciándolo.


Dicho esto, una anotación sobre el "McCartismo". Es curiosa la consagración de algunas palabras como sinónimos. Por ejemplo, como notara Umberto Eco, la palabra "fascista" pasó al vocabulario universal como sinónimo de intolerancia y represión por encima de "nazi". Y "nazi" pasó a ser sinónimo de totalitarismo por encima de "estalinismo". De la misma manera Joseph McCarthy o más especí­ficamente "McCartismo" ha pasado a ser sinónimo de discriminación ideológica (otra vez, por encima de "estalinismo").


McCarthy tení­a dos listas negras: una sobre empleados públicos y otra sobre ciudadanos privados, acusados ambos grupos de ser comunistas. Esta última lista, la de ciudadanos privados, es la que ha pasado a la historia porque involucra a Hollywood, y los artistas, directores, guionistas perseguidos se convirtieron en las ví­ctimas por excelencia de la "cacerí­a de brujas".

Descarga de Klaus Meyer a las 2:55 p. m.


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